Debo admitir que casi toda mi vida le he tenido miedo a los perros. Siempre en mi casa paterna hubo mascotas: perros, una paloma, un gallo (que terminó siendo de riña y no nos dejaba salir al patio porque nos agredía), pájaros, pero la verdad es que nunca tuve gran onda con los animales.
Mi marido adora a los perros, mientras más grandes mejor. Mis hijos también. Por lo tanto y, sin importar mi opinión, tenemos dos perros, grandes como ellos quieren y que yo nunca hubiera elegido.
El perro (Negro) es de la más fina raza de callejeros. Se lo regaló mi marido a mamá cuando papá murió, para que le hiciera compañía y no se sintiera tan sola. Hoy, ambos,madre y perro viven en casa.
La perra dóberman (Laila) llegó con su cola ya cortada, pero con sus orejas intactas, chiquita, dentro de una caja. No hay recipiente plástico, ni pelota, ni trapo de piso que se resistan a su dentadura.
Los dos me recordaron este último año algo que hacía mucho no veía en los humanos: el compañerismo, la solidaridad, la protección.
En las vacaciones de verano Negro se escapó y tuvo un accidente muy grande. Por primera vez me sentí responsable por él. Ya no era cuestión de darle de comer, era su vida la que estaba en juego. Mi marido quería sacrificarlo, los niños no soportaban verlo sufrir tanto y el veterinario no pegó una .
Gracias a una amiga muy perrera nos conectamos con una veterinaria que le salvó la vida, no sin antes cortarle una pata y un dedo de la otra.
El cuento es que Laila, que normalmente lo vuelve loco, no se separó de él ni un minuto. En sus peores momentos, donde casi agonizaba, la perra venia y lloraba bajo nuestra ventana para que lo fuéramos a auxiliar. Parece increíble, pero es así.
Hoy, después de seis meses, está gordo y feliz con sus tres patas, se sigue escapando y queriendo pelear con los perros de la calle. Ella se escapa con él, lo defiende de los otros perros ... y lo sigue volviendo loco.
Sinceramente me enterneció la situación. Hoy los quiero más y pude entender porqué forman parte de la familia y los niños, que son muy sabios, los dibujan en los retratos familiares.
Pensando en el día del amigo, quise homenajear a los animales, que comprenden de la amistad y la fidelidad mejor que muchos seres humanos.
4 comentarios:
Me gustó la historia del pichico de tres patas... pero con las cuatro patas de mi gato, no se llevaría bien, o si?.
He tenido gatos y perros conviviendo armoniosamente.
Besos
Alma: mi perro es bastante matón, con sus tres patas y la perrita que lo defiende; no creo que tu gatito se sienta muy cómodo con ellos cerca ...
Besos
Hola Susana!!!! (como la Su Gimenez.. jaja)
Gracias por visitar nuestro blog.. el de las 2locas....
Yo soy una de ellas.
Amo a los animales y en especial a los perros y gatos.
Ellos nos brindan su amor sin pedir nada a cambio.
Me encantó la historia que contás y me alegra que el perrito se haya mejorado, aunque le falte una patita.
Saludos!!
Uma: gracias por visitar mi blog.¡El de las 2 locas es fantástico!.
Si amás a los animales seguramente te divertirias muchísimo con mis "pequeñas bestias". Da placer ver sus juegos y su forma de comunicarse entre ellos y con el resto de la familia.
Cariños!!!
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