Cuando se lleva desde los cinco años el peso de ser el "cerebrito" de la familia , se supone que siempre, ¡siempre! una debe ser la mejor, la más lógica, la más coherente, la más segura, la más ganadora
¡Cuánto pesa esa mochila llena de prejuicios! ¡Cuánto cuesta asumir que decir basta a toda esa mierda, más que una debilidad, es un alivio y un acto de real sensatez!
A los 15 ya creía tener claro lo que quería para mi futuro: mi profesión, con quién me iba a casar y cuántos hijos iba a tener, de qué color iba a ser la casa de mis sueños y qué flores plantaría en el jardín.
A los 30 me di cuenta que no ejercía la profesión que elegí, que me casé con otro, que tuve menos hijos, que mi casa era de ladrillo visto y que no sabía nada sobre jardinería, pero que era parte de la experiencia que me tocó vivir y que elegí vivir.
Hasta ahí todo bien, todo asumido, todo en el lugar que debía estar y, cuando me decían que la verdadera crisis llegaba a los 40, me reía y para mis adentros me juraba que a mi eso no me iba a pasar.
Yo, que siempre pensé que tenía la azotea bien clara y despejada, me vine a dar cuenta de que no tenía las cosas tannn claras.
Hoy con 40 y tantos quiero exactamente lo mismo que a los 15. Retomé mi profesión, estoy aprendiendo a cocinar y a cuidar el jardín, y quiero pintar mi casa de blanco. Claro, tampoco la pavada, ¡no me quiero casar con mi novio de la adolescencia, ni tener 4 o 5 hijos!
Toda esta revolución interna (que a mi no me iba a pasar y finalmente me pasó), me ha ayudado a sacarme de encima al "cerebrito" y me ha permitido asumir mis debilidades, mis errores (que son muchos) y aceptarlos sin evadirlos. Es genial darse cuenta de que se puede ser feliz sin ser perfecta, que se puede ser linda sin ser hermosa, que te pueden querer por tu simpleza y no sólo por la imagen que proyectás.
Ya no me enrosco en los problemas ajenos, ni los tomo como propios, sólo escucho, sugiero sin aconsejar y no me meto donde no me llaman. Ya no espero nada de otros. Si recibo algo, lo agradezco y lo valoro, pero ya no espero que los demás hagan y digan lo que yo haría o diría. Ya no me duele que me critiquen, porque bien se que "a quien escupe para arriba, siempre le cae en la cara". Ya no intento entender a los hombres, porque en realidad no vale la pena perder el tiempo ellos. Ya no quiero que mis hijos sean ciudadanos ilustres, sólo quiero que sean muy felices y que les quede un buen recuerdo de su madre.
Es maravilloso sentir que no tengo porqué cargar con otros sobre mi espalda, ni esforzarme por dar lo que no tengo. Soy esto, sólo una mujer con mucho empeño, decidida a no conformarse, una persona con certezas y dudas, con días soñados y otros de terror, con mis maldades y mis bondades, con mi sinceridad y mis secretos, con mis tremendas ganas de vivir
2 comentarios:
Sabés, Su, tenemos algo parecido en la azotea!!! jajajaja
Gracias por los mensajes de afecto que dejaste en mi Almacén
Besos
Alma: un placer tenerte de nuevo en el ciber espacio!!
Publicar un comentario